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La salud bucodental también es para el verano.
El verano es la mejor época del año para relajarse. Pero muchas personas descuidan sus buenos hábitos bucodentales al abandonar sus rutinas. En este artículo te recordamos cuatro consejos con los que prevenir los problemas dentales más frecuentes, también en verano.
Todos bajamos la guardia en verano. Es una época para relajarse, y, por tanto, es normal que nos preocupen menos nuestros horarios, nuestras comidas o incluso nuestra forma de vestir.
Sin embargo, también hay que recordar que con la salud no se juega. Tampoco en verano. Y, como hemos insistido en muchas ocasiones, el cuidado de los dientes y la boca es la primera cabeza de puente para evitar graves patologías. Y es que una enfermedad periodontal puede favorecer las posibilidades de sufrir una cardiopatía o hacer que se agrave un cuadro de covid 19, por ejemplo.
La buena noticia es que cuidar tu boca no cuesta apenas esfuerzo. Tampoco te supondrá un gran sacrificio en vacaciones. Con que sigas estos sencillos cuatro consejos, habrás hecho mucho por tus dientes y por ti.
1. Hidratarte es proteger tus dientes.
Hemos explicado muchas veces que las infecciones en la boca, como las caries, se producen cuando las bacterias patógenas que viven en ella se hacen lo suficientemente fuertes como para prosperar. Es entonces cuando son capaces de atravesar, incluso, el esmalte dental, que es la sustancia más dura de nuestro cuerpo.
Para evitar que estos microorganismos, presentes en la placa bacteriana, logren hacerse fuertes hay que tomar varias precauciones. La primera de ellas está muy relacionada con el verano: la hidratación.
Sabemos que beber mucha agua es bueno para todo. Pero los efectos beneficiosos que tiene para la salud bucodental son muy destacables. ¿Por qué? Porque el agua es el componente primordial de una de las sustancias más efectivas contra las patologías orales: nuestra propia saliva.
La saliva tiene varias virtudes:
- Regula la acidez de la boca, rebajando los ácidos que produce la placa bacteriana.
- Es antiséptica.
- Diluye los azúcares que contienen algunos alimentos, y que sirven como nutriente para las bacterias patógenas.
- Refuerza el esmalte, gracias a su capacidad para mineralizar los dientes.
- Es cicatrizante.
- Lubrica y protege las piezas dentales, frenando la corrosión.
En verano, el calor, la sudoración, puede hacer que nuestro cuerpo pierda líquidos, lo que a veces se traduce en sequedad en la boca. Cuando esto sucede, estamos reduciendo el magnífico poder de la saliva para mantener nuestra salud.
Así que, ya sabes, en verano no te olvides de beber agua.
2. Lleva contigo el cepillo a todas partes.
Otro clásico del verano son las comidas fuera de casa. La terracita, el chiringuito, el restaurante, el picnic, el bocata en la playa… Cuando no estamos en nuestra vivienda, es frecuente que descuidemos la necesaria higiene oral tras cada comida.
También es algo que repetimos cada vez que tenemos oportunidad: la higiene oral es la mayor aliada de la salud bucodental. Los restos de alimentos que quedan en nuestra boca poseen los almidones y azúcares que los microorganismos patógenos necesitan para prosperar.
El cepillado y el dentífrico tienen la capacidad de remover esos restos de alimentos. Pero es importante hacerlo antes de que los patógenos puedan empezar a aprovecharlos. Por eso se insiste tanto en la necesidad de cepillarse después de cada comida.
Por tanto, si prevés que este verano vas a frecuentar muchos restaurantes, terrazas o chiringuitos, mete un cepillo de dientes y un tubo de dentífrico en tu mochila. Hay pequeños kits de viaje muy cómodos, que apenas ocupan espacio. Tampoco está de más llevar contigo seda o cepillos interdentales.
Y, si se te olvida, mastica un chicle sin azúcar para aumentar la salivación y así compensar el exceso de ácido que provocará una placa bacteriana “recién alimentada”.
3. Modera la ingesta de azúcar.
Sí, en verano, sobre todo en vacaciones, fuera de nuestras rutinas, también descuidamos nuestra alimentación. La playa es un lugar que invita a tomarse un refresco azucarado. Nadie puede resistirse a un helado cuando está paseando al atardecer. Y una comida en un restaurante no está completa si no se pide postre.
Sin embargo, debes tomar conciencia de que el azúcar es el alimento favorito de los patógenos que provocan las enfermedades orales. Las bebidas carbonatas, los granizados, las tartas, etc, elevan el nivel de ácido en la boca, con lo que ponen en riesgo el esmalte dental y favorecen la aparición de caries.
Intenta moderar su consumo. Y, especialmente, también el de los más pequeños. Si es inevitable, no olvides lavarte los dientes inmediatamente después.
4. No te olvides de tus tratamientos.
Despistarse en verano es habitual. Pero nunca es recomendable olvidar las pautas de un tratamiento para prevenir o curar cualquier patología.
Esto es especialmente importante si se te ha recetado un antibiótico para una enfermedad periodontal. Completar el tratamiento (incluso cuando ya no se sienten los síntomas) es fundamental para combatir la patología.
Tampoco podemos dejar de utilizar nuestras férulas de descarga para el bruxismo. El desgaste de los dientes es una fuente de problemas. Y la tensión en las mandíbulas puede llegar a provocar incluso cefaleas, que nos amargarían las vacaciones.
Lo mismo podemos decir de las ortodoncias. Si utilizas un alineador invisible, recuerda que hay que llevar las férulas más de 20 horas diarias. Y si llevas brackets, no te saltes las revisiones.
Por último, debemos recordar que el verano es la época del año en el que clínicas como la nuestra, Rehberger López-Fanjul, atienden más traumatismos dentales. Ten cuidado si patinas o montas en bicicleta. Ponte siempre protector bucal si practicas deportes de contacto. Y recuerda que, si se te desprende un diente por un golpe, puedes preservarlo en suero salino o leche para que un dentista intente reimplantarlo.